Hace unos meses, nuestra vida sufrió un cambio inesperado: nos comunicaron que existía “sospecha” de Trastorno del Espectro Autista (TEA) en nuestra hija Carmen, un bebé por entonces de 19 meses. Tras unas duras semanas y gracias al apoyo de excelentes profesionales y de una escuela infantil, Nido, a la que eternamente estaremos agradecidos, nuestra hija fue poco a poco aprendiendo y “conectando con su nuevo mundo”.

En esos momentos, se nos ocurrió realizar un pequeño proyecto familiar con el que apoyar su desarrollo y propiciar un entorno familiar que acogiera su condición con la mayor naturalidad posible. Además, era una forma de aportar nuestro granito de arena a todas aquellas familias que, como nosotros, experimentan una situación de dificultad en el aprendizaje, comunicación y socialización de sus hijos.