Conectando, detectando, aceptando, estimulando, saboreando, emocionando, evolucionando

La educación de los hijos comienza con la vida misma y en ese mismo instante iniciamos nuestra aventura de educar. Cuando nuestro bebé nace, surge un mundo nuevo de emociones, sentimientos, responsabilidad, inseguridad, ternura, ilusión crecemos como padres con él.  Aprendemos a observarle, a escucharle, a cuidarle, a mimarle y observamos de una forma muy cercana toda su evolución.

Poco a poco vamos intentando satisfacer todas sus necesidades físicas, psíquicas y emocionales, siendo de vital importancia la vitamina del cariño y la relación afectiva. Esa relación afectiva y atención es la que nos va a permitir observar si la evolución de nuestro hijo es armónica o surge una dificultad en su día a día que nos llama la atención; el bebé no responde al llamarle, no se mantiene sentado, no tiene intención de gatear, no fija la mirada, no habla, no mantiene el equilibrio… entre otras señales que nos pueden alarmar, que nos causan dudas y que nos indican que tenemos que tomar medidas.

Es complicado, ese momento en el que algo llama nuestra atención durante el proceso de desarrollo, sin saber muy bien qué esta sucediendo y nos adentra en un nuevo mundo como familia. Un mundo de observación, aceptación, prevención, intervención, como es el mundo de la Atención Temprana, fundamental para favorecer el desarrollo.

Al detectar lo más tempranamente posible cualquier dificultad que puede surgir, estamos favoreciendo, como indica el libro blanco de la Atención Temprana; a dar respuesta lo antes posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o tienen riesgo de padecerlo.

Esta primera etapa de cero a seis años es fundamental en la base del desarrollo, en este periodo el cerebro es más sensible y por tanto receptivo a estímulos de su entorno y se consiguen mayores cambios debidos a la intervención. Por eso es fundamental la Atención Temprana para prevenir, detectar de forma precoz posibles riesgos e intervenir como proceso para conseguir el desarrollo, físico, psíquico y afectivo, siempre con un equipo de profesionales especializados que favorezcan la evolución y bienestar del niño y el de toda la familia. Siempre respetando el ritmo de aprendizaje de cada niño y siendo conscientes que todos los adultos que rodean al niño deben educar en una misma línea. La experiencia demuestra el gran beneficio que supone detectar a tiempo, abordar el problema y prevenir otras posibles dificultades.

Detectar, aceptar y trabajar en equipo; Familia, Escuela y Profesionales, es la mejor vitamina.

Como profesional el trabajo, la constancia, el esfuerzo de los peques, las familias y ver como avanzan cada día, es el mejor regalo.

 

                                               Marisa Artiaga García

                                               Directora de CAPS NIDOEDUCA.

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